Andar en bici, amar, ser padres, estudiar 𝑑𝑒 𝑔𝑟𝑎𝑛𝑑𝑒𝑠 y manejar. Todos tienen en común el riesgo que significa volver a intentarlo luego de mucho tiempo de amontonarlo en el placard del ‘Ya no creo que’.
En mi caso puntual, hace cuatro años que no me siento al volante, aunque sueño que lo hago y suspiro al observar los cargadores eléctricos de mis vecinos mientras busco modelos de autitos y precios.
Sin embargo por más que mi licencia Argentina está vigente, UK le da tanto valor como a la credencial de Blockbuster. Hay que volver a empezar.
El proceso para obtener la británica: 1) Se solicita el registro provisional, para el cual se debe envíar el pasaporte por correo ¡Un vértigo!
2) Se rinde el examen teórico tras estudiar y ver videos de simuladores para identificar todos los peligros en los segundos que dura cada uno – No apto para ansiosos
3) A partir de allí si no te friza la pandemia como a su servidora, la autoescuela te prepara para la fecha reservada del práctico. Tuve que reprogramarlo seis veces por falta de instructores en el mercado.
Esta semana comienza mi aventura 3): Reconectar con algo que se, pero de una manera espejada. Casi como cuando en Zumba la profe dice ‘yo lo marco con mi izquierda, ustedes con su derecha’. Ese momento de colapso mental que te inunda por algo que creés ignorar, pero que forma parte de vos.
Manejar será mi Zumba, como Buenos Aires pero 'al revés'.
La autoconfianza es la llave que enciende el motor de experiencias anteriores. Aquí se suele decir que 𝑙𝑎 𝑝𝑟𝑖𝑚𝑒𝑟𝑎 𝑖𝑚𝑝𝑟𝑒𝑠𝑖ó𝑛 𝑒𝑠 𝑙𝑎 ú𝑙𝑡𝑖𝑚𝑎 y quiero proponerme dar una acorde durante esta clase debut. En especial a mi – no quiero que la inseguridad sea mi copiloto, se que puedo hacerlo. Creo en mi capacidad, pasada y actual.
Para todos los que estrenen actividades y rutinas viejas por estos días, ¿Arrancamos?
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