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Ausencia

Hoy a las 4pm Juan no va a venir.


Trabajamos juntos dos temporadas: en persona y online. En consultorio, sus abrazos de fin de sesión eran sostenedores y en virtual, su sonrisa pícara trascendía la pantalla. Era cálido, ocurrente e irritante cuando quería. Siempre le sugería que hiciera stand up porque la gente iba a amarlo. La gente lo amaba, y a él le costaba verse en ellos.


Siempre me consultaba por Rustu para considerar qué le convenía hacer con su Roco – veterinaria no soy, Juan.


Cuando se ofuscaba por alguna interpretación mía, me llamaba por mi nombre y apellido ‘Ay, Romina Cicardeli’ me decía, pero nunca lo corregía: en esos momentos me hablaba desde su él, no se trataba de mi.


Me escribía todas las semanas entre una cita y otra: dejaba temas para hablar, me compartía reels en Instagram, mandaba audios de eventos sucedidos. Lo último que le envié fue un poema, como parte de su tarea para hoy. El contestó a eso pero yo no le reaccioné al Gif del 1ro de mayo. Hablemos de culpa, licenciada.

Ese viernes su hermano me llamó y mi ¿¡Qué!? como respuesta a su noticia escapó a cualquier encuadre profesional.


Tenía reservada una sorpresa que no llegué a contarle. Juan te llevaba por delante en sesión: era las cuatro estaciones del año en una hora. Cuanto más se iba por las ramas era que más le dolía lo que le proponías pensar. Pero volvía, reflexionaba y sentía. Juan tenía un corazón muy grande para un mundo muy pequeño.


Justo justito ese mismo día más tarde, un ex-paciente -de dos temporadas también- y con su mismo nombre me llamó para contarme una noticia hermosa. Y me agradeció mi paso por su vida...¿Podía acaso ser que…?

Ni idea, pero entonces lloré como loca de tristeza y de emoción, por los dos Juanes, por Roco y por esta profesión.



A Juan (1989-2024)

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