Existe una tendencia universal a que los eventos y emociones negativas nos afecten más que las positivas. Según los investigadores, el cerebro clasifica algo como bueno o malo inmediatamente después de descifrar de qué se trata. Y se toma menos de medio segundo para hacerlo.
Probablemente, esas conclusiones se relacionan con el sentido de la supervivencia y reproducción: aquello que prolongue la existencia será clasificado como bueno, y lo que vaya en detrimento de ésta, como malo.
Desde otro marco, existe una tendencia individual a hacer valoraciones sobre lo bueno y lo malo dependiendo de experiencias subjetivas y familiares, algunas más funcionales que otras, algunas más conscientes que otras.
Así es que tanto desde lo universal como desde lo individual podemos pensar que, a pesar del gran poder de lo malo, nuestra vida tiene la evolución que nos propongamos otorgarle.
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