La edad al parecer y como venimos sospechando, no sólo es un número. En la Universidad de California, se ha investigado el ADN de 4.000 personas mayores de 57 años y se han encontrado significativas diferencias entre la edad cronológica y la edad biológica.
Los científicos han estudiado los relojes epigenéticos de estas personas: se analizaron los cambios a través de los cuales los genes comienzan a comportarse de manera diferente, mientras que la secuencia básica del ADN permanece inalterada. Esos cambios son un factor clave en nuestro envejecimiento. Descubrimientos intermedios sugieren (me animo a decir, confirman) que los factores sociales y medioambientales, tales como el estrés y la contaminación, aceleran el proceso de 𝑚𝑎𝑟𝑐𝘩𝑖𝑡𝑎𝑟𝑛𝑜𝑠. En esta línea de atribuciones, la obesidad lo acelera en un promedio de dieciocho meses y el padecer psicológico (apenas) cuatro.
Finalmente, las casualidades de pertenecer al sexo femenino demoran el tic-tac del fatídico reloj hasta dos años por encima del masculino.
Después de todo Jorge Drexler no se equivocaba:
...𝒹𝑒𝑗𝑎 𝑞𝑢𝑒 𝑒𝑙 𝑏𝑒𝑠𝑜 𝑑𝑢𝑟𝑒
𝒹𝑒𝑗𝑎 𝑞𝑢𝑒 𝑒𝑙 𝑡𝑖𝑒𝑚𝑝𝑜 𝑐𝑢𝑟𝑒
𝒹𝑒𝑗𝑎 𝑞𝑢𝑒 𝑒𝑙 𝑎𝑙𝑚𝑎 𝑡𝑒𝑛𝑔𝑎 𝑙𝑎 𝑚𝑖𝑠𝑚𝑎 𝑒𝑑𝑎𝑑
𝑞𝑢𝑒 𝑙𝑎 𝑒𝑑𝑎𝑑 𝑑𝑒𝑙 𝑐𝑖𝑒𝑙𝑜...
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